CLARA OLÓNDRIZ: «EL VUELO es el primer paso de un camino largo de aprendizajes y de mucha música»

Desde muy joven, Clara Olóndriz entendió la música no solo como una forma de expresión, sino como un espacio para reflexionar, sanar y acompañar. Componiendo desde los 14 años y dando sus primeros conciertos de manera íntima, su camino ha sido largo, constante y profundamente personal, hasta llegar al momento en el que decidió apostar todo por su proyecto artístico.
Con un indie pop cargado de emoción, esperanza y mirada introspectiva, Clara canta a la vida, a los procesos de superación y a esos instantes cotidianos que nos atraviesan a todos. Su música busca ser refugio, impulso y celebración, según el momento vital de quien la escucha.
En esta entrevista para FOTKAI, Clara Olóndriz habla con honestidad sobre sus inicios, su proceso creativo, la relación entre letra y atmósfera, la presión de las expectativas, el papel de las redes sociales y el significado de EL VUELO como punto de partida de una nueva etapa artística y vital.
¿Qué momento consideras el punto de partida de tu carrera musical?
La verdad es que llevo muchos años dedicándole una parte muy importante de mí y de mi tiempo a la música: compongo desde los 14 años y desde entonces me enamoré de hacerlo. A los 18, empecé a hacer conciertos, al principio para amigos y familia, y luego ya para más gente. Eso es algo que fui combinando primero con los estudios y después con el trabajo de oficina y estudios. Creo que todos esos años en que partí mi tiempo entre mis «responsabilidades» y mi sueño fueron pasos necesarios para llegar al punto de partida, que considero que fue el momento en que decidí apostarlo todo a la música y hacer de este mi trabajo a tiempo completo, momento en el que también empecé a trabajar en EL VUELO.
Fue a partir de allí que, al disponer de tiempo exclusivamente para ello y dedicar todos mis recursos al proyecto, aprendí qué comporta realmente esta profesión y empecé a navegarla desde el respeto y la responsabilidad, además de la ilusión que ya traía conmigo. En este sentido, EL VUELO es el primer paso de lo que espero que sea un camino largo de aprendizajes y de mucha música.
¿Cómo describirías tu música a alguien que te escucha por primera vez?
Me gustaría mucho que quién la escuche la perciba como un grito de ánimo para perseguir sus sueños, una mano que les ayuda a levantarse, un abrazo en los momentos vulnerables, o una celebración a la vida en la que quieran participar, según el momento en el que se encuentren o la canción que les llegue.
Es un indie pop que mezcla la fuerza que trae consigo la superación personal, la emotividad y nostalgia, y también el sentimiento de carpe diem. Quiero cantarle a la vida y a aquello que experimentamos mientras la navegamos, y me gustaría tocar de cerca la cotidianeidad desde un punto de vista reflexivo e introspectivo que pueda ayudar a los demás.
¿Qué es más importante para ti en una canción: la letra o la atmósfera?
¡Buena pregunta! En mi opinión, son dos cosas que van muy de la mano. Uno de los pilares fundamentales de mi música, incluso del porqué compongo, es el mensaje.
Me llama la capacidad que tiene la música de transmitir y acompañar a las personas que la escuchan, y creo de corazón que aquello sobre lo que cantamos sí importa. Hay espacio para todo, evidentemente, y es completamente válido que haya canciones hechas exclusivamente para pasárselo bien y bailar, porque eso también tiene una función importante y es necesario, pero creo que también debe haber un espacio para aquellas que tratan de decirnos algo, y mi música, mayoritariamente, está en esa segunda categoría.
En ese sentido, la letra es fundamental. Me encanta jugar con las palabras hasta que encuentro una forma de decir algo que sea especial o que tenga el potencial de resonar en quién la escuche. Dicho esto, pienso que la melodía o la atmósfera que se genera de forma global con cada canción son elementos esenciales para ayudar a transmitir ese mensaje y que pueda llegar de forma más efectiva o directa a quién la escucha, así que te diría que ambas son necesarias.
¿Cómo suelen nacer tus canciones: a partir de emociones, de historias o de la música?
Hay veces en que estás feliz, triste, aliviada o frustrada por lo que sea, y esas emociones transpiran en la canción que estés componiendo. Hay otras en que vivo una historia concreta o la presencio en otras personas y eso me hace reflexionar y me crea la necesidad de escribir al respecto, o incluso hay ocasiones en que le doy vueltas a alguna reflexión más abstracta y me invento una historia, con personajes ficticios, para poder hablar sobre ello de una forma tangible. También hay momentos en que se me ocurre una melodía que me encanta y que se vuelve el elemento central sobre el que se construye la canción, hay espacio para todo.
Dicho esto, lo más habitual es que unas cosas y otras se mezclen, ya que es difícil compartimentar, y creo que como más elementos inspiren una canción más rica puede llegar a ser. Suelo sentarme con la guitarra y una libreta, muchas veces en el suelo, y me pongo a trabajar, hilando en paralelo melodía y letra sobre una base de acordes que construyo según el sentimiento que quiera darle a una canción: feliz, triste, esperanzador, empoderado…

¿Hasta qué punto lo que cantas es personal para ti?
Para mí, la música es una vía para procesar mis sentimientos e ideas de una forma que me resulta muy sincera y liberadora, así que es algo íntimo y personal. Es personal incluso cuando la historia no habla de mí o utiliza personajes inventados para transmitir una idea, ya que, aunque no esté hablando de un sentimiento o experiencia propia, la percepción de ese tema sí es mía, y la forma en que lo expreso pasa por el filtro de cómo interpreto o me hacen sentir esas ideas, cosa que acaba afectando a la canción.
Sinceramente, creo que eso es lo más bonito que tiene la música, y lo que hace que lo que tiene por ofrecer cada artista sea único.
¿Hay algún tema al que vuelvas una y otra vez en tus canciones?
La superación personal y la esperanza son cosas que me inspiran mucho. Mis canciones hablan de temas distintos, y pueden ser celebratorias, como Brindis Eterno, o muy vulnerables e incluso tristes, como Ruiseñor, porque al final la vida tiene de todo y yo le escribo mucho a la vida, pero suelen tener algo en común y es el enfoque de esperanza con el que se engloba la canción.
La esperanza por un futuro mejor, por sanar, por superarse, pese al bache o mala racha que estemos viviendo, o la esperanza que existe en un brindis con nuestros seres queridos. Por otro lado, me encanta presenciar los procesos de superación que van viviendo mis seres queridos, los celebro, y por mi parte intento mejorar cada día: atreverme más, que me ha costado, luchar más por lo que quiero, mejorar aquello que he hecho mal e intentarlo de nuevo… Recaigo mucho en esos temas, incluso cuando no hablo específicamente de ellos, supongo que porque también son temas o enfoques que toco en mi propia vida personal.
¿Cómo ha cambiado con el tiempo tu percepción de ti misma como artista?
Se ha ido profesionalizando. La raíz ha sido siempre esa ilusión que tenía con 14 años, cuando empecé a componer, pero al haber tomado la decisión de dedicarme a ello, he aprendido, he crecido y creo que me he vuelto más valiente. Creo que la artista que soy hoy en día ha aprendido a mantener la ilusión intacta, pero ha añadido profesionalidad, constancia, una capacidad de trabajo y esfuerzo que he ido descubriendo que es muy elástica, y una creatividad que también ha ido creciendo a medida que le he dado espacio y la he trabajado.
¿Sientes presión por las expectativas, ya sea del público o de ti misma?
Sí, aunque también estoy aprendiendo a relativizarlo. Creo que la mayor presión viene dada por mí misma, porque soy exigente con lo que hago y con lo que espero de mí o de lo que tengo por ofrecer. Quiero hacerlo lo mejor que sepa, quiero mejorar, y quiero que mi música ayude o acompañe a las personas que decidan escucharla, y eso a veces ralla un perfeccionismo que si no se mantiene contenido podría no dejarme avanzar.
De hecho, durante muchos años no me atreví a dar el paso de apostar al 100% por esto porque me daba miedo que no saliera bien. Con el tiempo, he aprendido que lo de menos era eso, que valía mucho más la pena probar y fallar que no intentarlo y convivir con un «¿…y si…?» el resto de mi vida.
Desde entonces, he buscado el equilibrio entre tener expectativas y no dejar que me ahoguen, lo que a la larga me ha hecho más libre a la hora de crear. Evidentemente, también me preocupa que mi música cumpla con las expectativas de la gente que apoya mi proyecto y lo escucha, porque esto no es sólo para mí, también es para todas estas personas, y quiero que lo que les ofrezca tenga una cierta calidad y pueda resonarles. Sin embargo, al final creo que la mejor manera de que mi música llegue a quién tiene que llegar es ser muy honesta con ella e intentar no hacer las cosas simplemente por cumplir con expectativas propias o ajenas.


¿Qué papel juegan hoy en día las redes sociales en tu carrera?
La verdad es que han sido una herramienta muy importante para poder crear una comunidad alrededor de mi música, y siguen siéndolo, aunque, al principio, como a casi todos los artistas, me costó hacerme a ellas. A estas alturas, todos nos sabemos la teoría: si no estás en redes, o no existes o se olvidan de ti… y eso a menudo puede percibirse como una obligación impuesta a los artistas, que no nos dedicamos a la RRSS como profesión en sí, pero que vemos como el hecho de utilizarlas se cuela dentro de nuestro trabajo «casi» como necesidad y condición para que el proyecto tenga éxito.
Hay mucha reticencia a que esto ocurra, y puedo entenderlo, porque yo también la he sentido, ya que estar presente en RRSS de forma regular comporta muchas horas que dejas de dedicar a la música en sí, cosa que a priori echa para atrás.
Al principio me costó encontrar el equilibrio, pero logré establecerme una rutina semanal en la que, sí o sí, incluía tiempo para las RRSS, hasta que me acostumbré a ello. Más tarde, con el tiempo, dejé de sentir reticencia y a agradecer que las pueda utilizar para impulsar mi proyecto, ya que empecé a ver los frutos del trabajo hecho: estaba logrando crear una comunidad que crecía y que se preocupaba por mi música.
De pronto había más y más gente a la que no conocía que me escribía para decirme que tal canción le había ayudado en un momento difícil, que se sentía identificado/a con esa otra, o que mi trabajo le inspiraba, y yo tenía la oportunidad de responderles, darles las gracias por el apoyo y establecer un pequeño vínculo alrededor de mi música junto a ellos.
Cuando me di cuenta de que eso podía llegar a ocurrir, empecé a valorarlas de otra forma, mucho más positiva, e incluso con agradecimiento. A partir de allí el papel de las redes en mi proyecto se solidificó, y hoy en día me lo tomo en serio. Eso sí, sin dejar que la mayor parte de mi tiempo se vuelque allí, porque no pierdo de vista que mi trabajo es el de músico, y no creadora de contenido, aunque hoy en día vayan un poco de la mano. El equilibrio es la clave, y al final me las tomo como una herramienta más, muy útil, que además te permite crear una comunidad, más allá de los números.
En los conciertos, ¿qué es más importante para ti: el contacto con el público o tu propio estado sobre el escenario?
El contacto con el público. Es de lo que nos alimentamos, y es uno de los momentos más agradecidos de este trabajo: es cuando por fin ves en las caras de las personas que te escuchan sus reacciones a tu música, lo que les puede hacer sentir, lo cual es un regalo.
Sin embargo, no me olvido de estar conectada conmigo misma, porque hay que mantenerse concentrada y cómoda para dar un buen concierto, así que una parte de la atención me la reservo para estar en contacto con lo que estoy haciendo. Ayuda mucho haber trabajado bien los ensayos: como más interiorizado lo tengas, más natural sale, sin que tengas que estar pendiente de todo lo que haces, cosa que te permite dejar espacio para la conexión con el público y disfrutar de verdad del concierto.
¿Hay algún objetivo creativo hacia el que estés trabajando en este momento?
La gira para 2026 y las primeras fases de crear nueva música. Estamos en proceso de cerrar fechas para presentar EL VUELO en 2026, lo cual me hace muchísima ilusión porque tenemos muchas ganas de rodarlo el directo.
Prepararlo también comporta creatividad y es una parte emocionante del trabajo: cómo lo estructuras todo, qué canciones incluimos, dónde añadimos intros o transiciones, qué queremos que se vea encima del escenario, vestuario, luces… Hicimos un primer concierto piloto a finales de agosto, en el que hicimos una pre-presentación del álbum con la banda, y fue precioso.
Tenemos ganas de seguir trabajándolo y llevándolo a más sitios. Por ahora, la fecha más cercana es el próximo 3 de enero en Logroño, en las semifinales de Guerra de Bandas del Festival Actual.
En cuanto a la música, sigo creando. No sé cuando vamos a volver a encerrarnos en el estudio para empezar la fase de producción, pero ya está claro uno de los singles que saldrán en 2026, posteriores a EL VUELO, que tengo mil ganas de que vea la luz, y estoy en proceso de componer el resto de temas, con mi libretita y mi guitarra en mano.
¿Qué te gustaría que el oyente se llevase consigo después de descubrir tu música?
Ganas de dar el salto y emprender su propio vuelo, hacia sus sueños, su mejor versión, sus objetivos, lo que sea que le mantiene despierto/a y con ilusión pero que a lo mejor no se atreve a empezar aún.
Si tuvieras la oportunidad de realizar un proyecto visual conjunto con FOTKAI —una serie de fotos, una historia visual o un formato creativo—, ¿cómo lo imaginarías y por qué?
Siempre que me planteo trabajar con alguien lo hago buscando el sentimiento de equipo, tener una visión compartida y sumar entre unos y otros para que de eso salga la mejor versión de lo que sea que estamos creando. Me imagino algo, ya sea en formato de fotos o vídeo, que ayude a transmitir un mensaje, que traiga la música al mundo visual y que cuente una historia que pueda conectar de cerca con quién vea el resultado.
Es genial crear en equipo con un objetivo en común y, si eso se logra, ¡el objetivo está conseguido!
Entrevista por: Andrey Lukovnikov














